Andrés Avellaneda, C.A.R.I.A.C.O (Colectivo Amplio para la Restauración e Investigación de la Agricultura Campesina y Originaria)
Las variedades del maíz criollo se exhibieron en el Encuentro Internacional de Guardianes de Semilla en Sanare 2012. Siguen estando amenazadas por Monsanto (Fotografía: Diana Ovalles)
Para tratar el tema de los transgénicos hay que hacer una breve reseña del papel de la Fundación Rockefeller en la investigación agrícola mundial. Esta fundación, hija de la estadounidense petrolera Standard Oil Company propiedad de la familia Rockefeller, ha sido la punta de lanza en la confección de sistemas de producción altamente dependiente de insumos provenientes del petróleo, generando ganancias adicionales a partir de los desechos del procesamiento de los combustibles; y también es la fundadora de todo el andamiaje científico técnico mundial, dónde se han formado la gran mayoría de los profesionales y científicos de hoy día, para reproducir en espacio y tiempo, tecnologías al servicio de las transnacionales y sus filiales. De modo que las academias y académicos de todos los continentes e ideologías (capitalista y socialista) se han formado en éstas tecnologías. Los sistemas de producción agrícola de la Rockefeller, conocidos por muchos como la Revolución Verde (para desviar la atención en la identificación de los beneficiarios reales) se caracterizan por el uso de fertilizantes, venenos, lubricantes, combustibles (provienen del petróleo), de maquinarias pesadas, monocultivos y uso de semillas “mejoradas” que sólo responden a todo este dañino subsidio tecnológico y energético.
El saqueo de nuestras semillas
En la década de los años 30 del siglo pasado, el rendimiento de los maíces estadounidenses se comenzó a estancar, mientras las variedades de maíces de Mesoamérica, Suramérica y el Caribe, mayoritariamente semillas autóctonas trabajadas culturalmente, mostraron una producción superior. Ya para la década de los años 20, Estados Unidos había resuelto las bases teóricas para la creación de semillas híbridas (cruces genéticos de diferentes variedades de maíz, cuya descendencia puede mostrar mayor producción que sus progenitores, sobretodo si se le garantiza un ambiente adecuado). Ante el estancamiento de su producción y su avance científico, los Estados Unidos deciden venir por nuestras variedades y saberes culturalmente logrados desde las comunidades originarias y campesinas, utilizando la investigación como actividad para encubrir la biopiratería y bioespionaje. Se envían oleadas de “investigadores de la Fundación Rockefeller” por toda Latinoamérica, para hacer colecciones de nuestros maíces variados; adaptados a diferentes ecoregiones; que respondían a una riquísima diversidad cultural; con alta resistencia, capacidad de propagación y que no dependían de “investigadores”, ni del petróleo. Estas variedades fueron saqueadas y expatriadas para ser “preservadas en el exterior” en 25 bancos de germoplasmas alrededor del mundo (entre ellos el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo -CIMMYT), donde hoy tienen el 95% de la diversidad genética del maíz lograda por nuestros ancestros. Comienza así el proceso de dominación y mercantilización de las semillas, la actividad agrícola y la alimentación. Luego, parte de ese material genético fue reciclado a sus pueblos que le dieron origen, en forma de mercancías, semillas “mejoradas” con nombres y marcas comerciales; acompañadas con el paquete tecnológico de la Rockefeller para poder expresar su potencial de producción.
El andamiaje científico-técnico de la Rockefeller
Paralelamente la Rockefeller se encargó de fundar casi todas las escuelas técnicas, facultades de agronomía y centros de investigación, dónde se formarían técnicos, profesionales e investigadores, en reproducir la ciencia y tecnología creadas en los centros hegemónicos de las transnacionales. También, bajo los auspicios de la Rockefeller y el financiamiento de las Naciones Unidas, se creó el Grupo Consultivo para Investigación Agrícola Internacional, el CGIAR, todo un andamiaje internacional que dicta las pautas de las investigaciones agrícolas y de formación tecnológica para profesionales, profesores, científicos, doctores, magister, dónde son “entrenados”, para multiplicar y defender en sus países a capa y espada las biotecnologías al servicio de las transnacionales. De los 15 centros del CGIAR, 13 están en países en vías de desarrollo, como el CIMMYT en México, dónde se formaron y se van a formar investigadores venezolanos.
De este andamiaje surgen tres etapas donde el modelo biotecnológico imperante ha prometido resolver el hambre de los pueblos saqueados: las semillas mejoradas; los híbridos y ahora las semillas transgénicas o Semillas Modificadas Genéticamente (SMG); una “biotecnología científicamente antinatural”, altamente dependiente de los centros hegemónicos, dónde sus aparatos, insumos, requerimientos y mentes son importados; que atenta más drásticamente contra la variabilidad genética, poniendo en riesgo uno de nuestros cultivos madre (cultus-cultivo-cultura); además de los incontables e irrefutables perjuicios ocasionados a la naturaleza; y su farsa de aumento de la productividad.
Chávez contra los Transgénicos. Los peligros nacionales
Venezuela nunca ha escapado de estos planes. El presidente Chávez ha manifestado públicamente desde el 2.004 una posición firme de “No a los Transgénicos en Venezuela”; sin embargo lobistas y especialistas continúan en sus planes encubiertos de instaurar esta biotecnología como panacea liberadora, acechando por diferentes frentes. Personalmente, presencie una conferencia “La biotecnología en Cuba” donde un hermano cubano refirió tener el mayor apoyo político de su país, para desarrollar maíz Bt (transgénico) en Cuba (estos compas merodean el IDEA). Desde el IDEA, se han repartido trípticos en el metro de Caracas donde señalan las bondades de la biotecnología, sin hacer mención alguna a sus detrimentos biológicos y políticos. En el IVIC, INIA y Facultad de Agronomía de la UCV, un fuerte contingente de “fitomejoradores” entrenados directa o indirectamente en el CIMMYT, están encolerizados por la postura presidencial y hacen todo su maniqueísmo intelectual, para camuflar sus intenciones reales, como han hecho en todos los países, incluyendo Cuba. Comienzan con “ensayos” en instituciones de investigación y luego piden la liberación comercial del cultivo transgénico. En la Asamblea Nacional se aprobó el 18 de octubre de 2002, una Ley de semillas, material para la reproducción animal e insumos biológicos, publicada en Gaceta Oficial Nº 37.552, que permite, previa constancia de inocuidad biológica y ambiental, la producción de SMG. Esto es un supergolazo! que nos metieron a todos, incluyendo al Presidente. Si se busca por internet, se verá que hay un diputado impulsando una nueva ley de semillas, hasta ahora desconociendo el pueblo venezolano, los enfoques e implicaciones de ésta (http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/83345/diputado-urena-ley-de-semillas-busca-fortalecer-acceso-a-insumos-para-produccion/). Investigadores, docentes, especialistas, presidentes, directores, rectores del chavismo a favor de las SMG dejan permear con cinismo, el avance transgénico, unos por mercaderes, otros porque simplemente se criaron con la biotecnología, la reconocen con idolatría tecnocrática de salvación, sin prever los peligros ecológicos, la dominación política y económica, que pondría de rodillas a la revolución y al pueblo venezolano.
Los peligros internacionales
La entrada de Venezuela al Mercosur es otro escenario de fuerte presión política y tecnológica que recibirá el Presidente y pondrá en prueba la madurez político-ideológica real de la revolución venezolana. En países como Brasil y Argentina las SMG están ampliamente difundidas y desarrolladas; sólo preconizan la “productividad” lograda, escondiendo el caos socioecológico de sus pueblos. El mundo ha visto los acuerdos abiertos entre el gobierno Argentino y la transnacional Monsanto. Si bien es cierto que aquí las transnacionales no andan a sus anchas, lo pudieran hacer indirectamente a través del Mercosur, si no se mantiene una férrea postura soberana, una contextualización autóctona y un programa emancipador. Siento que asistimos a muchos espacios internacionales, sólo a comprar, pareciera sólo metemos la chequera en el maletín, sin llevar propuestas de bienes y servicios para tranzar (amén del petróleo), ni una verdadera demanda de requerimientos contextualizados, según nuestra realidad histórica, cultural, política, económica y geoambiental; dejando a la discrecionalidad del delegado de turno, compromisos que pueden afectar la república. El asunto es delicado. Hemos visto presidentes aliados nuestroamericanos ser derribados por Monsanto (Paraguay), otros dando pasos atrás (Ecuador), hasta la inimaginable Cuba desarrolla “ensayos con fines de investigación” de maíz Bt.
Propuesta
Proponemos generar un gran debate popular y apelar al poder constituyente para tratar el tema, pues sus implicaciones nos afectan a todos por igual, no es un problema de especialistas, productores, agroindustria, empresas de semillas, de un diputado, una subcomisión o la asamblea nacional o un ministerio. Un gran debate y consulta con criticidad liberadora, anteponiendo la emancipación, la autodeterminación de los pueblos y preservación de la vida en el planeta, superando entornos tecnocráticos, que pretenden emular acríticamente, tecnologías con un prontuario de miserias.
andresavellaneda42@yahoo.com
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