2 de febrero de 2015

El Alto Costo de la Gasolina Barata




En Venezuela, el precio final de la gasolina que paga el ciudadano común, es el más barato del mundo (0.01 $ por litro). El promedio mundial ronda los 1,32$ por litro, siendo los precios más bajos en los países del Sur, incluyendo a los productores de petróleo; mientras que en el mundo industrializado los precios alcanzan hasta los 2,6 $ por litro. Estados Unidos de América es el único país industrializado en donde el precio de la gasolina está por debajo del promedio global (0,98$/litro). En muchos países, como es el caso del Reino Unido, los impuestos representan casi el 80% del precio final. En otros casos como el nuestro, prácticamente existe un estímulo para el consumo. Literalmente, el Estado nos paga a todos para que compremos más y más gasolina. 

Este festín orgiástico, este derroche de lujosos hidrocarburos tiene varias décadas siendo promovido por el Estado. Sus consecuencias han sido costosísimas para el país en múltiples aspectos. El veto político sobre el aumento de precio o la eliminación de subsidios, ha sido parte de la trama compleja y con varios escenarios, actores e intereses, en torno al precio de la gasolina. Quienes hoy en día intentan evocar el 27 de febrero, ya sea como chantaje político o como precaución, no solo desconocen los profundos costos históricos de la gasolina barata, sino que además simplifican las complejas causas que en la década de los 90 causaron el deterioro de las relaciones entre el Estado y la Sociedad venezolana que conllevaron a este acontecimiento.

El alto costo de la gasolina barata se entiende cuando se analizan todos los impactos ecológicos, los costos de procesamiento y refinación, el trabajo humano y las enormes inversiones en infraestructura y alta tecnología, entre otras, que intervienen para hacer de ese viscoso fluido que permaneció millones de años estancado bajo formaciones geológicas, en ese líquido casi transparente, volátil y dispensado por mangueras automáticas que usamos para mover motores. Por eso, la imagen de unas brochas llenas de pintura remojándose en un pote con gasolina es como la de Rico Mac Pato quemando un billete de cien dólares para encender un habano.

Entonces, a quien le conviene el derroche de la gasolina barata?           

La gasolina barata es necesaria para mantener un sistema basado en el modelo estadounidense de un carro por persona, motor del capitalismo industrial moderno. Con la gasolina barata vienen también los Auto-bancos, Auto-cines, Auto-Mac donalds, y demás variantes del “Drive-trough” norteamericano. El carro como centro de la vida. La licencia de conducir como carnet de identidad. Manejo mi carro, luego existo.

La gasolina barata en Venezuela ha significado un estímulo negativo durnte décadas, a la inversión en sistemas de transporte público y masivo, promoviendo una cultura basada en el vehículo individual y con ésta una escalada del colapso: falta de transporte público y vialidad, incremento del parque automotor privado, congestionamiento de las vías, colapso de la movilidad en las ciudades.

La gasolina barata sale cara porque promover el consumo excesivo y el derroche solo conducirá a agotar nuestras reservas de petróleo mucho antes de lo que las necesitamos. Si todos en el mundo consumiéramos la misma cantidad de petróleo que los Estadounidenses, las reservas globales no llegarían a 10 años.

La gasolina barata la pagamos con el impacto de la explotación petrolera sobre los ecosistemas naturales, las fuentes de agua, la diversidad biológica y la vida en general. Al compararla con otras  industrias extractivistas como la minería de metales preciosos, la industria petrolera mundial se lleva los laureles del desastre ecológico global, el mismo que ha causado y sigue contribuyendo al cambio del clima con todos los impactos que el mismo tiene sobre las poblaciones humanas y la vida del planeta.

La gasolina barata nos sale cara cuando las lanchas surcan los hermosos caños del Delta del Orinoco o las aguas del Caribe, las trochas de camiones y carros atraviesan las sabanas del macizo guayanés, de los llanos apureños, de la sierra de Perijá, los hombres  y las mujeres surcan los caminos verdes y los asfaltados cargando con bidones de gasolina a lo largo  ancho de nuestras largas y despobladas fronteras… todo ello para vender a precios internacionales un producto de lujo que el Estado regala deliberadamente fronteras adentro.

Por ello, la imagen de la colorida hilera de pimpinas, bidones, y potes de todas las formas y tamaños a lo largo de la carretera que saliendo de Táchira se adentra en Santander tras cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar, es tan triste como las de las fotos que nos llegan desde África con mujeres cargando idénticas pimpinas pero para conseguir agua. 
La gasolina barata promueve el derroche de un producto de lujo, costosísimo, cuya producción afecta nuestros ecosistemas naturales de una forma irreversible y cuyo impacto solo estaría justificado por que su inversión se revierte en el desarrollo social del pueblo. Considerando que en el futuro cercano, los hidrocarburos de la faja del Orinoco serán el único recurso energético disponible para el Sur global, su uso debe ser racional y sustentable, lo cual comienza por un precio justo para la gasolina nacional.

El costo de la gasolina a precio justo no tiene por qué pagarlo el pueblo. El Comandante Chávez dejó una ruta clara para evitarlo. En 2009 instruyó la conversión del parque automotor a Gas Natural para Vehículos, mediante un esquema en el cual el Estado pagaría la instalación del sistema dual en los vehículos particulares y el transporte público, mientras que se acordó con la industria automotriz, que todos los vehículos comercializados desde 2013 deberían incorporar el sistema a gas desde la fábrica.

La decisión del Gobierno Bolivariano de poner fin a esta perversión económica y ecológica debe ser motivo de celebrción para todos los ecologistas del país.

César Aponte Rivero

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