Andrés Avellaneda*
Nobody expects the #RockefellerRevolution (Tomada del blog Todo está relacionado)
Las semillas indocampesinas encontradas por “los
conquistadores científicos de la Fundación Rockefeller” (ver http://www.aporrea.org/tecno/a148860.html)
en sus actividades de bioespionaje y biopiratería con fachada de actividad
científica, fueron referidas como “razas de maíces”, o de “tipo criollo” con
sus nombres comunes (Puya, Cariaco, Canilla; Huevito, Araguito, etc.), es
decir, las semillas integrales con todos sus componentes estructurales
tangibles e intangibles, logradas por las culturas con una profunda carga
espiritual, consideradas patrimonio común de intercambio y ofrenda entre los
pueblos originarios y campesinos. Son las semillas donde no había participado
en su selección el Sector Científico Técnico y Académico (SCTA), siendo
catalogadas como de poca productividad, sacándolas de su contexto cultural y su
agroecosistema (conuco), para ser estudiada con la óptica productivista del
capitalismo, que sólo le interesaba el rendimiento (Kg/Ha o Bs/Ha).
Cuando se involucra el SCTA con sus genetistas, las
semillas son cientificadas, se
transforman en “objeto de estudio aislado” que no puede impregnarse de
intangibles culturales, sentimentales y menos espirituales. Comienza un proceso
de cosificación, de distanciamiento
de la concepción original de la semilla, refiriéndose a ellas con un lenguaje
científico y técnico, donde se van apropiando de la autoría, de la selección,
del mejoramiento, de los actores. El área de trabajo es apropiado por la
Genética; la selección se reduce a pocas mentes, manos y espacios; del conuco
se pasa a los bancos de semillas y parcelas aisladas de instituciones públicas
y privadas. Los actores, de conuqueros pasan a ser genetistas; las razas serán variedades
sintéticas, híbridos, con marcas, nombres y códigos que atribuyen autoría y
privatización. Las semillas, pasan a ser semillas certificadas, avaladas por
normas tecnocráticas que favorecen la privatización y la exclusión del saber y
hacer cultural.
Norman Borlaug considerado el padre de la Revolución Verde en los campos mexicanos, 1964.
(Tomada del blog Ciudadanía Express)
Posteriormente, la práctica patentizadora de la
tecnocracia reduccionista y fragmentaria del mejoramiento genético, se
moleculariza a lo génico (se reduce a los genes), se habla de genoma,
germoplasma, genes, secuencias genéticas, de recursos fitogenéticos, de bancos
de germoplasmas y de ADN, de fitomejoradores y biotécnologos, de Ingeniería
Genética. Como se aprecia hay un lenguaje,
espacios y actores que facilitan la patentización, la privatización, que
tributa a la división social del trabajo, a pocos expertos que seleccionan
pocas semillas, atentando contra la rica biodiversidad genética que tenían
millones de hacedores de semillas con base a su rica demanda cultural y sus
disímiles localidades.
Hoy día se impuso como deber ser, la practica de la
manipulación genética molecular, la agricultura de laboratorio con ingenieros y
trabajadores de bata blanca; cuya mayor expresión de desintegración de la
naturaleza y las culturas, de dominio, dependencia y concentración es la transgénesis y los antinaturales
transgénicos.
* Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del
C.A.R.I.A.C.O. andresavellaneda42@yahoo.com cariaco.vzla@yahoo.com.ve cariaco-venezuela@googlegroups.com
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