Producto de la extensa y detallada exposición de avances y logros en la gestión gubernamental que se llevara a cabo el pasado viernes por parte del Presidente de la República, el Sistema Nacional de Medios Públicos dedicó varias horas a entrevistar a los ministros y a otros altos funcionarios para detallar aún más la memoria y cuenta. Luego de escucharlos atentamente surgen inumerables inquietudes, de las cuales trataremos de centrarnos en un par de ellas.
Escuchamos al Ministro Giordani comentar acerca de la tasa de crecimiento económico de China, el país más poblado del planeta con unos 1300 millones de habitantes. Todos ellos, o al menos una importante fracción estan experimentando cambios y mejoras en su forma de vida: acceso a salud, educación y servicios que antes no disponían. Esto conlleva por supuesto, a un mayor impacto sobre los recursos naturales del planeta, y sobre ello existe una enorme cantidad de información, difundida por los medios masivos de comunicación y que casi siempre se orienta hacia la crítica, hacia el cuestionamiento de China por pretender acceder a beneficios para su población que existen desde hace siglos en Europa y EEUU.
Llama la atención sin embargo que aún a pesar de su rápido crecimiento, China necesitaría unos 50 años para aproximarse al tamaño actual de la economía de EEUU. Reflexionemos sobre esto: China tiene 1300 millones de habitantes, y aún creciendo a una tasa de 10% anual durante casi 30 años, requeriría unos 50 años más para alcanzar la tasa de consumo de recursos naturales de los apenas 200 millones de habitantes de EEUU. Hay algo desproporcionado acá.
Pero este fenómeno no solo ocurre en China, aunque en menor proporción en cuanto al crecimiento y en cuanto a la población, varios países de América también han mostrado crecimiento importante incluso durante la recesión económica global. Como no nos gusta regodearnos en indicadores macroeconómicos vacios, antes de seguir es bueno recordar la frase del Presidente Chávez: "La economía no sirve de nada si no está al servicio del ser humano". Y es que definitivamente no es lo mismo el crecimiento en un punto porcentual del Producto Interno Bruto en un país cuya riqueza la acumulan las grandes corporaciones en manos de un puñado de ricachones, que lo que puede significar en un país en donde ese crecimiento económico se traduce en mayor equidad, y bienestar para el pueblo.
Para muestra un botón, la inversión social en Venezuela durante el período 1999-2011 se incrementó en un 40% respecto al período 1986-1998. El crecimiento económico del pasado representó mayor riqueza y poder para los más ricos, mayor inequidad y pobreza para los históricamente desposeidos. El crecimiento económico de hoy en día, aún a pesar del impacto ambiental que representa, se traduce en mejoras para la población. No es lo mismo talar un árbol para construir un hospital o una escuela, que para hacer una nueva mansión o un campo de golf privado.
Aún a pesar de ello, es bueno que los venezolanos tengamos en mente que los recursos naturales no son infinitos, y que de ellos depende no solo el bienestar que nos permitan sino nuestra propia existencia y la de las generaciones por venir.
El reto es pensar siempre, tanto para quienes tienen responsabilidades en la gestión pública, como los que actúan desde las diversas formas del poder popular, ¿cómo alcanzar bienestar y equidad social sin agotar los recursos de los cuales dependemos?, ¿cómo aprovechar esos recursos sustentablemente para que nuestro impacto repercuta positivamente sobre la mayor cantidad de venezolan@s en el presente y en el porvenir?
Pensemos en ello con el río Orinoco en mente. El desarrollo de la Faja Petrolífera del Orinoco es una realidad inminente, de la cual parecieramos no poder escapar en el escenario geopolítico actual y en medio de una crisis que puede definir la construcción de un mundo verdaderamente multipolar y de un nuevo orden mundial. Sin embargo, tenemos que considerar, al momento de emprender proyectos de esta magnitud, que la Revolución Bolivariana tiene la responsabilidad histórica de sentar las bases para un nuevo modelo de desarrollo que nos permita relacionarnos con la naturaleza en unos terminos diferentes a los que el capitalismo depredador nos ha acostumbrado.
Se dice fácil, pero la verdad es que es un reto que nos compromete a todos y en donde no hay chance para posiciones conservadoras o extremistas de ninguna categoría. Tenemos que reinventarnos como sociedad y discutir sin tapujos nuestra concepción del ambiente y los límites tolerables de cambio ambiental para que los objetyivos económicos y políticos no amenacen nuestra supervivencia en el largo plazo, o nos pongan a repetir el mismo guión que ha generado la crisis ecológica que experimentamos hoy en día.
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