El Alto Costo de la Gasolina Barata
En Venezuela, el precio final de la gasolina que paga
el ciudadano común, es el más barato del mundo (0.01 $ por litro). El promedio
mundial ronda los 1,32$ por litro, siendo los precios más bajos en los países
del Sur, incluyendo a los productores de petróleo; mientras que en el mundo
industrializado los precios alcanzan hasta los 2,6 $ por litro. Estados Unidos
de América es el único país industrializado en donde el precio de la gasolina
está por debajo del promedio global (0,98$/litro). En muchos países, como es el
caso del Reino Unido, los impuestos representan casi el 80% del precio final.
En otros casos como el nuestro, prácticamente existe un estímulo para el
consumo. Literalmente, el Estado nos paga a todos para que compremos más y más
gasolina.
Este festín orgiástico, este derroche de lujosos
hidrocarburos tiene varias décadas siendo promovido por el Estado. Sus
consecuencias han sido costosísimas para el país en múltiples aspectos. El veto
político sobre el aumento de precio o la eliminación de subsidios, ha sido
parte de la trama compleja y con varios escenarios, actores e intereses, en
torno al precio de la gasolina. Quienes hoy en día intentan evocar el 27 de
febrero, ya sea como chantaje político o como precaución, no solo desconocen
los profundos costos históricos de la gasolina barata, sino que además simplifican
las complejas causas que en la década de los 90 causaron el deterioro de las
relaciones entre el Estado y la Sociedad venezolana que conllevaron a este
acontecimiento.
El alto costo de la gasolina barata se entiende cuando
se analizan todos los impactos ecológicos, los costos de procesamiento y
refinación, el trabajo humano y las enormes inversiones en infraestructura y
alta tecnología, entre otras, que intervienen para hacer de ese viscoso fluido
que permaneció millones de años estancado bajo formaciones geológicas, en ese
líquido casi transparente, volátil y dispensado por mangueras automáticas que
usamos para mover motores. Por eso, la imagen de unas brochas llenas de pintura
remojándose en un pote con gasolina es como la de Rico Mac Pato quemando un
billete de cien dólares para encender un habano.
Entonces, a quien le conviene el derroche de la
gasolina barata?
La gasolina barata es necesaria para mantener un
sistema basado en el modelo estadounidense de un carro por persona, motor del
capitalismo industrial moderno. Con la gasolina barata vienen también los
Auto-bancos, Auto-cines, Auto-Mac donalds, y demás variantes del “Drive-trough”
norteamericano. El carro como centro de la vida. La licencia de conducir como
carnet de identidad. Manejo mi carro, luego existo.
La gasolina barata en Venezuela ha significado un
estímulo negativo durnte décadas, a la inversión en sistemas de transporte público y masivo,
promoviendo una cultura basada en el vehículo individual y con ésta una
escalada del colapso: falta de transporte público y vialidad, incremento del
parque automotor privado, congestionamiento de las vías, colapso de la
movilidad en las ciudades.
La gasolina barata sale cara porque promover el
consumo excesivo y el derroche solo conducirá a agotar nuestras reservas de
petróleo mucho antes de lo que las necesitamos. Si todos en el mundo
consumiéramos la misma cantidad de petróleo que los Estadounidenses, las
reservas globales no llegarían a 10 años.
La gasolina barata la pagamos con el impacto de la
explotación petrolera sobre los ecosistemas naturales, las fuentes de agua, la
diversidad biológica y la vida en general. Al compararla con otras industrias extractivistas como la minería de
metales preciosos, la industria petrolera mundial se lleva los laureles del
desastre ecológico global, el mismo que ha causado y sigue contribuyendo al
cambio del clima con todos los impactos que el mismo tiene sobre las poblaciones
humanas y la vida del planeta.
La gasolina barata nos sale cara cuando las lanchas
surcan los hermosos caños del Delta del Orinoco o las aguas del Caribe, las
trochas de camiones y carros atraviesan las sabanas del macizo guayanés, de los
llanos apureños, de la sierra de Perijá, los hombres y las mujeres surcan los caminos verdes y los
asfaltados cargando con bidones de gasolina a lo largo ancho de nuestras largas y despobladas
fronteras… todo ello para vender a precios internacionales un producto de lujo
que el Estado regala deliberadamente fronteras adentro.
Por ello, la imagen de la colorida hilera de pimpinas,
bidones, y potes de todas las formas y tamaños a lo largo de la carretera que
saliendo de Táchira se adentra en Santander tras cruzar el Puente Internacional
Simón Bolívar, es tan triste como las de las fotos que nos llegan desde África
con mujeres cargando idénticas pimpinas pero para conseguir agua.
La gasolina barata promueve el derroche de un producto
de lujo, costosísimo, cuya producción afecta nuestros ecosistemas naturales de
una forma irreversible y cuyo impacto solo estaría justificado por que su
inversión se revierte en el desarrollo social del pueblo. Considerando que en
el futuro cercano, los hidrocarburos de la faja del Orinoco serán el único
recurso energético disponible para el Sur global, su uso debe ser racional y
sustentable, lo cual comienza por un precio justo para la gasolina nacional.
El costo de la gasolina a precio justo no tiene por
qué pagarlo el pueblo. El Comandante Chávez dejó una ruta clara para evitarlo.
En 2009 instruyó la conversión del parque automotor a Gas Natural para
Vehículos, mediante un esquema en el cual el Estado pagaría la instalación del
sistema dual en los vehículos particulares y el transporte público, mientras
que se acordó con la industria automotriz, que todos los vehículos
comercializados desde 2013 deberían incorporar el sistema a gas desde la
fábrica.
La decisión del Gobierno Bolivariano de poner fin a esta perversión económica y ecológica debe ser motivo de celebrción para todos los ecologistas del país.
César Aponte Rivero