31 de diciembre de 2011

Descomunal incendio forestal en Parque Nacional Chileno

Incendio forestal en Chile.

Unas 11.000 hectáreas han sido destrozadas por las llamas desde el martes.

Un enorme incendio está arrasando parte del parque nacional de Torres del Paine, uno de los más populares de Chile, en la Patagonia (sur). 

Unas 11.000 hectáreas han sido destrozadas por las llamas desde el martes, según las autoridades. Los bomberos luchan aún por controlarlo y unos 400 turistas han sido evacuados.
Las autoridades han detenido a un ciudadano israelí de 23 años como presunto responsable.

El responsable chileno de los servicios de emergencias, Vicente Núñez, dijo que la situación es "un escenario extremo, sobre todo debido a la topografía, los fuertes vientos y la vegetación altamente combustible".

Al parque nacional Torres del Paine, declarada reserva de la Biosfera por la Unesco, llegan en estos meses de verano austral unos 130.000 visitantes, la mayoría europeos.

"Lenta respuesta"

Incendio forestal en Chile.

En estos meses el parque llega a recibir hasta 130.000 visitas.

En 2005, otro incendio que fue originado por un turista destrozó 16.000 hectáreas de esta reserva natural.

Piñera ha dicho que los ministros de agricultura y de medio ambiente viajarían a la Patagonia para ponerse al corriente de los esfuerzos de extinción.

Añadió que el número de militares desplegados para controlar el incendio aumentaría a 450.
El grupo Acción Ecológica ha criticado al gobierno por lo que considera que ha sido una lenta respuesta al incendio.

El coordinador del grupo, Luis Mariano Rendón, considera que es una "vergüenza nacional" que el jueves solo 25 militares chilenos estuvieran luchando contra las llamas.

fuente BBC mundo

9 de diciembre de 2011

China se compromete a reducir emisiones causantes del cambio climático



China, el segundo contaminante actual más importante del planeta; anunció en el marco de la cumbre climática en Durban, su voluntad de comprometerse a reducir sus emisiones de Gases con Efecto Invernadero a partir de 2020.
Aunque China, India, Surafrica y Brasil son actualmente grandes contaminantes, no están obligados por el Protocolo de Kyoto a reducir sus emisiones porque para la fecha en que se acordó el instrumento jurídico, sus emisiones no superaban el límite crítico. Adicionalmente, la Convención de Cambio Climático establece un principio de responsabilidad histórica, según el cual, aquellos países con economías industrializadas de larga data y que históricamente han contaminado la atmósfera, deben asumir esa responsabilidad y ayudar económicamente a los países en desarrollo para solventar los impactos del cambio climático.
Claramente éste no es el caso de Brasil o de China, cuyas economías han tenido un rápido crecimiento apenas en las últimas décadas; y cuyo efecto histórico es incomparable con el de economías industrializadas desde hace cientos de años como Alemania o Inglaterra.
Sin embargo, su rápido crecimiento económico no solo les acarrea una responsabilidad, la cual reconocen; sino que además les otorga un poder de negociación y una enorme capacidad de cambiar, no solo el marco jurídico climático, sino también el orden económico mundial.
En palabras de Xie Zhenhua, Vieministro de Desarrollo Nacional y de la Comisión de la Reforma en China, “luego de 2020, aceptaríamos un acuerdo legalmente vinculante que nos comprmometa, pero con ciertas condiciones”
las condiciones de China para adoptar medidas de mitigación son, la adopción por parte de los países industrializados  de nuevos compromisos de reducción de emisiones  en un segundo período de compromisos dentro del Protocolo de Kyoto. El rápido lanzamiento del Fondo verde, pero en condiciones  de supervisión por parte de la Convención y no exclusivamente bajo el control del Banco Mundial; La imlementación de acuerdos previos en temas como Adaptación al cambio climático, transferencia de tecnología, transparencia y fortalecimiento de capacidades y una revisión de los compromisos de los países industrializados durante este primer período de compromisos de Kyoto.
“China manifiesta su voluntad de acarrear con obligaciones legales y compromisos de reducción de emisiones que sean acordes con la capacidad nacional  y sustentadas en el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” establecido en la Convención” afirmó Xie.
A pesar de que surge como una potencial económica mundial, China sigue siendo considerado un país en desarrollo, entre otras razones por poseer la población más numerosa del planeta cuyas condiciones de vida no soncomparables a la de los países industrializados.

7 de diciembre de 2011

Cambio Climático y la agenda del Capitalismo Verde




Desde el pasado lunes se celebra la Conferencia de las Partes número 17 de la Convención de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), en la ciudad de Durban, Suráfrica.
Si bien, el país ha centrado su atención en el nacimiento de la nueva CELAC, no deja de ser importante seguir los resultados de esta cumbre en Durban, de la cual depende nada más y nada menos que  la continuidad del Protocolo de Kyoto, el único instrumento jurídico que establece obligaciones para los responsables históricos de la alteración de nuestra atmósfera y nuestro clima. 

Desde 2009, año de la Cumbre de Copenhague, Venezuela ha jugado un papel protagónico en estas negociaciones, asumiendo un liderazgo que se corresponde con la ambiciosa agenda de transformación social, económica y política de la Revolución Bolivariana.  En aquella oportunidad se hizo evidente que la Convención de Cambio Climático tiene objetivos no explícitos relacionados con el establecimiento de un nuevo orden energético mundial; y que las corporaciones y el sistema financiero internacional usan el problema climático y a la convención como una mecanismo para legitimar su agenda económica y sacar provecho de la calamidad global.

Un ejemplo de ello lo representa el programa REDD+, un mecanismo para financiar a aquellos países que disminuyan su tasa de deforestación, cuyo propósito real es legitimar la creación de un nuevo mercado financiero internacional basado en la compra y venta de bonos de CO2. El mecanismo cuenta con el beneplácito de la mayoría de los países del mundo quienes esperan recibir cuantiosos fondos prometidos por los países industrializados. Sin embargo ha generado el rechazo de los pueblos indígenas del mundo entero quienes ven en REDD+ una amenaza inminente a sus modos de vida y a sus derechos.

Afortunadamente, la negativa de Venezuela junto a otros pocos países de adoptar el “Acuerdo de Copenhague” ha servido como base para negociar en términos mas igualitarios y respetuosos las decisiones, que según las normas oficiales, deben adoptarse por consenso. Ello permitió que en 2010 se acordara salvaguardar los derechos de los pueblos cuyas vidas dependen de los bosques, además de evitar que las plantaciones forestales se consideraran bosques y por tanto beneficiarias del programa REDD+. Venezuela también incluyó modificaciones a la propuesta original que impiden que REDD+ sea usado como mecanismo de injerencia y pidió postergar la discusión del mercado de CO2. 

Hoy nos llegan noticias desde Durban en donde México, Colombia, Costa Rica y Papúa Nueva Guinea (representada en este foro por consultores italianos) solicitan cambiar el mecanismo de toma de decisiones ya no por consenso sino por votación. Nuevamente, Venezuela y Bolivia rechazan este intento  de quienes pretenden mantener el control de la Convención mediante la extorsión, la compra de votos y otros mecanismos corruptos que se hicieron evidentes cuando Wikileaks reveló como se logró el apoyo para el vetado “Acuerdo de Copenhague”.

César Aponte Rivero

5 de diciembre de 2011

Durban y el futuro de Kyoto



En Durban, Suráfrica se celebra la 17 Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC).  Esta cita podría marcar el fin del Protocolo de Kyoto, una ambición de los países industrializados, principales responsables históricos de la calamidad que hoy nos afecta a todos, y quienes han visto en el Protocolo de Kyoto, un freno a la expansión y el crecimiento ilimitado de un modelo económico en crisis y a todas luces caduco.

Es importante comenzar por aclarar que el Protocolo de Kyoto no tiene fecha de vencimiento tal como se nos ha hecho creer a través de diversos medios de comunicación; simplemente lo que esta en negociación es el establecimiento de un segundo período de compromisos que obligaría a los industrializados a reducir sus emisiones de Gases con Efecto Invernadero (GEI) y por lo tanto, a imponer cambios en su modelo económico depredador y consumista.

Sabemos que el Protocolo de Kyoto no es una panacea. Aunque casi todos los miembros de Naciones Unidas acordaron su creación en 1997, no fue hasta 2005 que entrara en funcionamiento debido a la falta de compromiso político de los países industrializados. Sin embargo, su entrada en vigor tampoco representó una reducción de los niveles de emisiones, por el contrario, desde entonces se han incrementado las emisiones, llegando a niveles críticos que amenazan la vida en el planeta.  

El primer período de compromisos se inició en 2005 y culmina este diciembre. No establecer un 2° período de compromisos ha sido la estrategia de los países industrializados para dejar sin efecto una ley que los desfavorece económicamente. Sin embargo, aunque desean abandonar sus responsabilidades, han maniobrado políticamente para seguir disfrutando de las ventajas del Protocolo de Kyoto, entre ellas, los “Mecanismos de Desarrollo Limpio” que les permite a las corporaciones sacar jugosos provechos económicos de iniciativas que en su mayoría no contribuyen a solventar el problema. 

Hoy, en medio de una crisis financiera global, los nuevos actores económicos pudieran influenciar el futuro de la UNFCCC. China, India, Surafrica y Brasil no tienen responsabilidades en Kyoto, porque aunque hoy en día son grandes contaminantes, no lo eran para la fecha en que se acordó el Protocolo. Sin embargo, su rápido crecimiento económico no solo les acarrea una responsabilidad, la cual reconocen; sino que además les otorga un poder de negociación y una enorme capacidad de cambiar, no solo el marco jurídico climático, sino también el orden económico mundial.

Mientras EEUU (mayor responsable histórico del Cambio Climático) pide que todos los países, inclusive los más pobres asuman responsabilidades económicas por el problema que ellos causaron; China, anunció públicamente las condiciones que ellos ponen para adoptar un nuevo acuerdo jurídico que sustituya al Protocolo de Kyoto a partir de 2020.

César Aponte Rivero

29 de noviembre de 2011

Las trampas del consumismo

Aunque no es el estilo de Las Vainas Son Verdes, reproducimos acá uno de los más recientes artículos de la revista cultural cubana La Jiribilla sobre las trampas del consumismo. Titulado tan sencillamente, lo tomamos del no menos prestigioso portal Cubadebate, porque no es un artículo más sobre la manida discusión acerca del consumo desenfrenado. En nuestra entrada anterior hacíamos mención sobre la frenética consumidora que agredió con gas pimienta a quienes le antecedían en la fila de la compra, debido a los efectos eufóricos del consumo extremo. En este caso, Lilian Alvarez nos habla de los orígenes del consumo y la cultura del derroche, pero desde la perspectiva de una sociedad donde no existe la publicidad masiva, desde un territorio que tiene más de medio siglo de bloqueo económico, y desde donde, no obstante, la cultura del consumo ha penetrado y transformado la vida cotidiana de sus compatriotas. No en balde la sección especial bajo la que está localizado este artículo se denomina "Actualización del modelo socialista cubano". La discusión pica y se extiende cuando abordamos las "vainas del capitalismo".

La película Habanastation abrió un debate en Cuba sobre el tema del consumo. El film representará a la isla en los premios Oscars y ya ganó el en Festival de Traverse City (Michigan) que dirige Michael Moore

Lilian Alvarez
El estreno en este verano entre nosotros del filme Habanastation de Ian Padrón y -en el espacio Pasaje a lo desconocido- del documental Comprar, tirar, comprarLa obsolescencia programada, el motor secreto de nuestra sociedad de consumo de Cosima Dannoritzer, nos motivan, desde dos ángulos diferentes, a volver sobre el tema del consumismo.

Según algunos estudios, desde 2005 la humanidad ha estado tomando los recursos del planeta a un ritmo mayor al que se pueden renovar.1 Esto significa que la Tierra avanza en su deterioro y se acerca un momento en el que simplemente ya no habrá más recursos que utilizar. Todos somos responsables de ello, pero una cuota mayor de responsabilidad la tienen los países desarrollados, no solo por la sobreexplotación real de recursos que han provocado sino por el modo de vida que, aún en estos momentos, conociendo estas realidades, siguen promoviendo.

Se ha dicho que, si todo el mundo viviera como un estadounidense medio, se necesitarían  cuatro planetas y medio2 para sostener tal modo de vida. En otros cálculos se habla de hasta ocho.3 De esto resulta una conclusión: este modelo de vida no puede ser generalizado a todas las personas que viven en el mundo, pues nos acercaría, a mayor velocidad, ese colapso que no queremos aún ver ni entender.

“El modo americano es divertido”, dice Lisandro Otero, “propone placer, evasión, irresponsabilidad, (…) una falsa sensación de libertad de acción, una irreal posibilidad de acceso a infinitas opciones, una engañosa creencia en la autonomía del individuo, una fe espuria en las posibilidades mágicas de la transformación de la vida. (…). Por ello las juventudes del mundo desean parecerse a las norteamericanas, vestir como ellos, comer lo mismo, oír y bailar lo que ellos oyen y bailan. (…)  Desafortunadamente buena parte de esa cultura evasiva no contribuye al conocimiento del hombre y propone la frivolidad como programa de vida (…) La imagen engañosa de una dinámica juvenil y moderna -que no existe en inmensas zonas de la vida ordinaria-, arrastra a muchos a ese vértigo embaucador. Cuando los seducidos despiertan descubren la verdad en una pesadilla que no fue imaginada (…) Pero el modo de vida americano hechiza con su imagen a los ingenuos que no desean habitar en la madurez responsable”4.


Mientras la ciencia aporta cada vez más elementos acerca del descalabro ecológico, el cine, los videojuegos, la industria del entretenimiento y el marchandising a ello asociado (venta de objetos de todo tipo en este caso basados en sus personajes, películas, temas) se empeñan en la exaltación y difusión de ese modo de vida que asume la posesión de bienes como medida de la felicidad y un esquema de “ganador” y  “perdedor” en la escala social en función del dinero, las propiedades y el éxito en los negocios, ignorando valores humanos o éticos.

En 1955 Víctor Lebow definió el pensamiento consumista norteamericano5, imprescindible para el desarrollo económico del sistema.
“Nuestra enorme capacidad productiva demanda que hagamos del consumo nuestro modo de vida, que convirtamos las compras y el acto de usar bienes en rituales, que busquemos la satisfacción espiritual y del ego en el consumo.

“La medida del status social, de la aceptación social, del prestigio deberá estar determinada por nuestros patrones consumistas.
“El significado real de nuestras vidas deberá estar expresado en términos de consumo. Deberá crecer la presión sobre los individuos por conseguir seguridad y aceptación según los estándares sociales, lo que hará que tienda a expresar sus aspiraciones y su individualidad en términos de lo que viste, lo que maneja, lo que come, su casa, su auto, su patrón de alimentación, sus hobbies.

“Estas comodidades y servicios deben ser ofrecidos al consumidor con especial urgencia. No solo debemos generar un ‘cambio forzado’ en los hábitos de consumo, sino que debemos generar también un consumo más ‘costoso’. Necesitamos que las cosas se consuman, se quemen, se rompan, se reemplacen y se desechen a una velocidad cada vez mayor. Necesitamos tener a la gente comiendo, bebiendo, vistiéndose, manejando, viviendo, en un esquema de consumo cada vez más complicado y costoso.” 6


En 1879, Thomas  Alva Edison creó la primera bombilla o foco eléctrico incandescente que tuvo éxito comercial. A partir de esta conquista, obtenida con la lámpara de filamento de carbono, Edison se ocupó del perfeccionamiento de su invento. Quería crear una bombilla que iluminara el mayor tiempo posible. En 1881 puso a la venta una que duraba 1.500 horas. En 1924 se inventó otra de 2.500 horas. “Diversos empresarios empezaron a plantearse una pregunta inquietante: ¿Qué hará la industria cuando todo el mundo tenga un producto y este no se renueve?”.7 Ya en 1928 una influyente revista advertía que un artículo que no se estropeaba podría ser “una tragedia para los negocios”. Es entonces cuando un poderoso lobby, el cartel Phoebus8, presionó para limitar la duración de las bombillas y llegar a un acuerdo entre productores que impidiera la fabricación de aquellas que pudieran ser utilizadas por más de 1.000 horas. “De nada sirvió que en 1953 una sentencia revocara esta práctica, porque se mantuvo. No salió al mercado ninguna de las patentes que duraban más (una, 100.000 horas).9

En ese escenario, en 1929, el norteamericano Bernard London, propuso definir un periodo de vida para cada producto,10 lo que animaría a un mayor consumo y a la necesidad de producir más mercancías. Nace así el concepto de ‘obsolescencia programada o planificada’  que no es más que la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional o inservible tras un periodo de tiempo calculado de antemano por el fabricante o empresa de servicios, lo cual exige al consumidor realizar una nueva compra.

Las formas de garantizar esta obsolescencia van desde la utilización de materiales de duración limitada, la salida al mercado de software o hardware incapaces de funcionar en ordenadores o dispositivos electrónicos de modelos anteriores, hasta la introducción de chips en impresoras para predeterminar el número máximo de copias a realizar. También los diseños de los productos apuntan a que, ante la mínima rotura, la única solución sea desecharlos y comprar otro nuevo, no porque no sea posible técnicamente su reparación sino porque, simplemente, no se garantizan los servicios de reparación ni las piezas de repuesto necesarias para ello. Mención especial llevaría la escasa duración de las baterías de diversos productos electrónicos que, al dificultarse su reemplazo, vuelven el producto inservible una vez vencidas.

Años más tarde, el diseñador industrial Clifford Brooks Stevens explica por primera vez en 1954,  un tipo particular de ‘obsolescencia programada’, la llamada ‘obsolescencia percibida’. Este concepto se aleja de elementos tecnológicos propiamente dichos para situar la “necesidad” de compra, en el interior de la mente humana.

La obsolescencia percibida se define como  “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea necesario”.  Es entonces cuando entra a jugar la maquinaria publicitaria. No se trata de obligar al consumidor a cambiar de tecnologías, sino de seducirlo para que sienta la “necesidad” de poseer el último modelo, aunque sus nuevas características sean en la mayoría de las ocasiones totalmente superfluas, o hasta un leve cambio de diseño o color. Esto es muy evidente en la ropa, los zapatos, y otros productos afines cuando se incita a que los cambios sean mucho más frecuentes de acuerdo a las temporadas o en los productos de alta tecnología que ofrecen día a día “mejoras” en cuanto a capacidad y otros elementos secundarios.

¿Por qué, por ejemplo, cambia cada vez más aceleradamente la moda en cuanto al vestuario, o la forma de los zapatos? No porque se descubra que son mejores para la salud, protejan más o menos del calor o el frío, o sean más duraderos. Simplemente, para que se compre más, lo cual es una necesidad para la economía capitalista. Usar un modelo anterior pone en evidencia que el  consumidor no adquirió el producto nuevo, y por tanto, de acuerdo a los valores imperantes en una sociedad consumista, puede ser un indicador de que no tiene recursos suficientes, lo cual lo coloca en una escala inferior.

En el caso de los productos tecnológicos funciona la identificación del comprador con la sobredimensionada capacidad introducida en el producto. La propia industria reconoce que la mayoría de los consumidores compra capacidades que nunca van a llegar a utilizar realmente: un disco duro capaz de guardar una inmensa biblioteca cuando apenas se utilizarán unos 20 libros, decenas de miles de canciones cuando para seleccionarlas, bajarlas y escucharlas no se dispone de tiempo, o un auto súper veloz “todo terreno” que a duras penas se utilizará para ir y volver al trabajo en una ciudad con embotellamientos diarios. Se compra un “estatus”, una imagen, y no un producto.

Como la publicidad pretende ser un arte de persuadir, posee una minuciosa elaboración. “Sus imágenes siempre prometen lo mismo: el bienestar, el confort, la eficacia, la felicidad y el éxito; seducen con una promesa de satisfacción. Los spots venden sueños (…) propagan símbolos y establecen un culto al objeto, no por los servicios prácticos que este puede prestar, sino por la imagen que de sí mismo llegan a obtener los consumidores (…) no venden un lavavajillas, sino confort; no un jabón, sino belleza; no un automóvil, sino prestigio: en cualquier caso, venden standing (nivel de vida)” 11.

Según investigaciones cada habitante de EE.UU. es bombardeado con más de 3.000 anuncios cada día, “¿para qué sirven los anuncios si no es para hacernos sentir infelices con lo que tenemos? Así que 3.000 veces al día nos dicen que nuestro cabello está mal, nuestra piel está mal, nuestra ropa está mal, nuestros muebles están mal, nuestros coches están mal, que nosotros estamos mal, pero que todo puede arreglarse si simplemente salimos a comprar”. 12

Los anuncios presentan ante los ojos agobiados por la cotidianidad “un mundo en perpetuas vacaciones relajado, sonriente (…) poblado de personajes elegidos, ufanos de la astucia que poseen y dueños al fin del producto milagro que les vuelve hermosos, limpios, felices, libres, sanos, deseados y modernos. Presentan modelos agradables que dan ganas de identificarse con ellos” 13. Los anuncios se dirigen a lo más íntimo del individuo, lo menos confesable, explotando sus ansias, frustraciones, vanidades y esperanzas.

Fuera del campo de una sociedad consumista y de la economía de mercado la publicidad en sí misma carecería del menor sentido. Si en sus más remotos orígenes tenía el objetivo de dar a conocer productos y servicios, sus cualidades o beneficios, su larga evolución la sitúa hoy como una inmensa industria tan costosa como dañina, una pieza que perfecciona la cadena del derroche. Por un lado incita constante y agresivamente al consumo superfluo, propaga el culto a la apariencia, la competencia, y promueve estereotipos discriminatorios; por otra parte, sirve de motor impulsor a la adquisición creciente e ilimitada de productos -a comprar y desechar a una velocidad cada vez mayor-. Cada producto nuevo requiere para su fabricación de la utilización de recursos naturales que se agotan y cada producto que se bota supone desechos, en muchísimos casos contaminantes. No alcanzarán los recursos naturales para mantener los niveles de producción ni existirá forma de convivir con los desechos de estas14, sin reparar en los gastos millonarios por concepto de publicidad en sí misma (tanto por los medios clásicos: vallas, spots, etc., como la publicidad on line).15







Es conocido el uso de la sicología para enfocar la publicidad de manera que esta sea eficiente y provoque en el receptor los deseos irreductibles de adquirir el producto. Pero con el avance de las ciencias del cerebro se han abierto las puertas al llamado neuromarketing, un área de estudio relativamente reciente que combina cognociencias y tecnologías de la información. El neuromarketing, más allá del análisis de las reacciones conscientes, permite valorar las respuestas sensomotoras, cognitivas, y emocionales de las personas (consumidores) ante un determinado estímulo. Para ello se utiliza los resultados de electroencefalogramas, la resonancia magnética funcional, la monitorización del ritmo cardíaco, o la conductividad de la piel, junto con otras técnicas como el seguimiento de la mirada y el análisis de la expresión facial. De esta forma se conoce a nivel neuronal y fisiológico las razones que empujan a cada sujeto a preferir  la compra de una determinada marca o producto. Estos estudios han sido aplicados para valorar la eficacia de los anuncios, evaluar los contenidos multimedia, así como las respuestas emocionales y la actividad cognitiva generada en los espectadores, para conocer, por ejemplo,  qué tipo de escenas producen sentimientos de suspenso o sorpresa y las características más interesantes de los videojuegos antes de sacarlos al mercado. Desde el año 2004 empresas norteamericanas dedicadas al neuromarketing, han sido contratadas por grandes multinacionales como Google, Disney, o Coca-Cola.
A todos estos esfuerzos por alentar el consumo insaciable y llegar al acto de compra se unen las opciones de venta a plazos y créditos de todo tipo, todo un entramado de “facilidades” para hacer creer al potencial cliente que es libre en elegir y que ninguna oportunidad está lejos de su alcance.

Pero los blancos principales a los que apuntan los técnicos de marketing, son los adolescentes y jóvenes. Ellos, que aún no han reconocido totalmente su identidad, pueden confundir sus necesidades esenciales. Las incertidumbres y contradicciones propias de la edad y la baja autoestima en otras, los llevan a buscar referentes en la imitación de personajes de televisión y otros modelos generados por la publicidad directa o indirecta. En una edad en que es tan importante el grupo y su opinión, los jóvenes se sienten presionados en ocasiones a adquirir  un producto porque la mayoría de sus compañeros lo usan. De esa manera, pretenden lograr la aceptación y el reconocimiento que no han aprendido quizá a reconocer de acuerdo a otros  valores tales como la amistad, la sensibilidad, el conocimiento, etc. Por otra parte, es lógico que el adolescente o joven, cuyo cuerpo está cambiando, necesite más rápidamente ajustar su vestuario a las nuevas formas de su cuerpo y deseen resultar sexualmente atractivos y llamar la atención para encontrar pareja. Por eso la moda puede resultar para ellos importante. La moda refleja la cultura del país, su idiosincrasia, sus maneras propias; pero una cosa es el vestir como expresión cultural de un pueblo o grupo social y otra la dictadura que imponen los intereses comerciales. La moda en el mundo de hoy ha pasado a ser un mecanismo tiránico con ciclos cada vez más cortos y cuyos dictámenes invaden cada vez más aspectos de la vida. La sobrevaloración de la importancia de la moda por parte de los jóvenes se alimenta en un ansia de ser admirado, pero genera ambición y competitividad. Comienza a no importar como se es como ser humano para centrarse en si eres o no capaz de poseer “lo último” o lo más caro en una carrera que llega a ser discriminatoria y excluyente.


En Cuba, un país sin publicidad, sin centros comerciales “de marca”, sin la inversión directa en nuestros mercados de las grandes transnacionales y con televisión propia, muchos jóvenes y no tan jóvenes son también víctimas de la carrera del consumo. La publicidad llega por muy diferentes vías y el seductor modo de vida plácido e indiferente está presente en las películas, series y otros programas al alcance de todos. Nosotros hemos adoptado, por decisión soberana, un modelo basado en la justicia y la solidaridad y en garantizar una vida digna a cada ciudadano a partir de un uso racional de los recursos de que disponemos. Esta circunstancia de vivir con lo indispensable, en contraste con un mundo “de afuera” que muestra agresivamente sus vidrieras más atractivas, crea conflictos, deformidades, y ha generado en algunos padres la tendencia  dañina  de  intentar dar a sus hijos aquello que ellos no tuvieron, abriendo el paso al egoísmo, la competencia y otros vicios, tema tan bien reflejado en la película Habanastation.Esta carrera  consumista “a lo cubano” empuja a algunas personas humildes, sin recursos, a empeñarse de por vida, por ejemplo, para celebrar una fiesta de 15 en la que la apariencia y la ostentación competitiva suelen ser protagonistas y usurparle el lugar a la diversión, la naturalidad y la alegría que correspondería primar en una fiesta juvenil. Es cierto que no podemos vivir de espaldas al mundo, cada vez más globalizado e interconectado, pero creo debemos inquietarnos al ver cómo crecen en algunos lugares malas copias de afanes y expectativas rechazados ya por nuestros padres por injustos y engañosos. Algo tan sencillo como que la satisfacción personal no puede estar relacionada con la posesión de un objeto material debe ser uno de los primeros aprendizajes.

Un adolescente o joven en nuestra sociedad no debe sentirse superior a nadie por poseer un determinado objeto. Saber del último modelo o de tal marca, o de la vida privada de tal actriz o músico, no es un conocimiento del que pueda nadie sentirse orgulloso, más aún cuando estos conocimientos “exclusivos” van casi siempre acompañados de la mayor ignorancia sobre otros aspectos. Quien crea que en una cadena ascendente de satisfacciones consumistas radica la felicidad, puede consultar las estadísticas que revelan cómo las sociedades ricas y supuestamente desarrolladas, son las que registran mayores casos de depresión, alcoholismo, drogas, crimen y ansiedad. El consumismo es una carrera frenética que no solo en las películas arrastra a las personas  a  situaciones límites y hasta al suicidio, por no poder mantener un nivel de vida acorde a un “estatus” social.

La austeridad y la sencillez, sin embargo, generan creatividad, cooperación, ayuda mutua. Sobran ejemplos en nuestra sociedad  que ha atravesado por periodos críticos: periodo especial, situaciones de desastre natural, que han potenciado estas conductas y cuya práctica, por sobre todas las cosas, es la que nos ha permitido sobrevivir. La responsabilidad y la sensatez en la forma de enfrentar la vida se expresa en conocer la diferencia entre las cosas necesarias y realmente útiles, y las que no, de acuerdo a las condiciones de vida del entorno y a identificarnos con una escala de valores humanos propia de ciudadanos responsables tanto en nuestras relaciones con los demás individuos, como con la naturaleza. Las nuevas generaciones deben estar advertidas de los peligros de asumir una forma de vida indiferente pues probablemente la sociedad futura les situará pruebas mucho más difíciles que las que les tocaron a sus padres.

Mucho hay por hacer en el país, y se está haciendo, para satisfacer las verdaderas necesidades de los ciudadanos, para mejorar aspectos esenciales de nuestra vida, para vivir mejor, y ser mejores como seres humanos.  La salida, si es posible, de la debacle ambiental que se nos avecina, necesita -además de grandes decisiones políticas y económicas en el plano nacional e internacional- ese aporte personal que resulta de la educación de esos nuevos ciudadanos que están bombardeados por un modo de vida inviable pero cuya apología es capaz de trasponer fronteras y sigue repitiéndonos que consumir es el mayor acto de libertad, aunque la libertad solo sea la de escoger cómo somos más insaciables, espiritualmente más pobres y más  infelices. Mientras, el planeta se extingue a la espera de racionalidad y prudencia.

Notas:

1- Informe Planeta vivo 2008 (WWF, 2008)
2- La crisis sistémica y el decrecimiento como alternativa, Jose Bellver Soroa
3- Decrecimiento Wikipedia
4- El seductor sueño americano Lisandro Otero Publicado: 2006-09-07
5- en el libro “The Real Meaning of Consumer Demand”, Victor Lebow
6- http://en.wikipedia.org/wiki/Victor_Lebow
7- ¡Corta vida al producto! Toni  Polo Barcelona www.publico.es 15/12/2010 08:10
8- El cartel Phoebus formado, entre otros por OsramPhilipsGeneral Electric existió desde 1924 hasta 1939, para controlar la fabricación y ventas de bombillas. Ha sido acusado de haber prevenido avances en la tecnología que podrían haber llevado a la producción de bombillas de una duración mayor.
9- ¡Corta vida al producto! Toni Polo Barcelona www.publico.es 15/12/2010 08:10
10- Propuso esta medida en su libro Ending the depression through planned obsolescence(Poner fin a la gran depresión mediante la obsolescencia programada)
11- Propagandas silenciosas. Ignacio Ramonet, La Habana,
12- La Historia de las Cosas.  Guión con notas y referencias Por Annie Leonard
13- Idem
14- Entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles fósiles se ha quintuplicado, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 400%, el número de automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en 2002. Las importantes ganancias en eficiencia se ven rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. ”Basura electrónica: toxicidad e injusticia planetaria”.  www.ecosofia.org
15- El gasto mundial en publicidad creció de 1950 a 2002 un 965%, “Basura electrónica: toxicidad e injusticia planetaria”.  www.ecosofia.org
(Tomado de La Jiribilla)

27 de noviembre de 2011

Vainas del Capitalismo

Mujer entra en frenesí consumista y hiere a 20 personas en rebajas del "Viernes Negro"


La fiesta nacional del sagrado consumo (Viernes Negro) se celebró en Estados Unidos y uno de sus devotos entró en furor religioso lesionando hasta a 20 personas con gas pimienta en su esfuerzo para obtener un producto a bajo precio.




En uno de los más claros ejemplos de la enajenación que genera el consumismo, una mujer lastimó a 20 personas con gas pimienta en un Wal Mart (la cadena de tiendas por departamentos más grande del mundo y una de las catedrales de la religión del consumo) durante el “viernes negro” en el que se ofrecen “rebajas asesinas” a lo largo de Estados Unidos. 

El Viernes Negro es la manera como los grandes capitalistas bautizaron al día en que menos mercancía se vende en EEUU; esto es debido a que los días precendentes son los que más venden en ocasión de la celebración del Día de Acción de Gracias. Para contrarrestar las bajas ventas, este día se ha convertido en un día de rebajas masivas.


El zafarrancho ocurrió en Los Angeles,  detonado por la apertura de un paquete con consolas del popular video juego Xbox; al ver este videogrial, la mujer intentó aventajar a las personas que tenía enfrente –como si se tratar de escasas latas de atún en un huracan– y lanzó el spray lesionando a 20 personas, incluyendo niños.


Pese a la conmoción –el lugar se llenó de una densa atmósfera de gas pimienta–, los compradores que salieron ilesos continuaron comprando frenéticamente. “No me importa. Todavía estoy a tiempo de conseguir mi televisor”, dijo Nakeasha Contreras, una joven de 20 años.


La mujer podría ir a prisión si las autoridades logran encontrarla.


El fenómeno del Viernes Negro hace que millones de estadounidenses pierdan la cabeza, horas después del Día de Acción de Gracias y se precipiten a las tiendas con el deseo autómata de comprar a precios bajos. Esto llega al punto de que las rebajas y promociones de “catedrales del consumo” como Apple incluso son filtradas con anticipación creando furor en internet. 

En EEUU, las cadenas de televisión transmiten en los noticieros del horario estelar, las rebajas y promociones de tiendas departamentales.


Este año, el fenomeno contó con una sucursal en Mexico, en donde el Presidente Felipe Calderón implementó la "Fiesta del Consumo" emulando a Estados Unidos.


(Fuente: Pijama Surf)

22 de noviembre de 2011

Pequeños agricultores y agro-combustibles


Como era de esperar, las corporaciones dejan por fuera a los pequeños agricultores en el negocio de los agro-combustibles. 


Luego de que la campaña a favor de los agrocombuistibles prometiera villas y castillas para los pequeños agricultores, éstos descubren que los esquemas de certificación para poder acceder a los recursos prometidos son complejos y costosos; es decir, estan hechos a la medida de las capcidades de las corporaciones que inventaron el negocio. 



De acuerdo con un reciente estudio del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) los actuales estándares y esquemas de certificación están fuertemente sesgados hacia los productores de escala industrial. Y es que aunque se invirtieron millones en campañas publicitarias y en cabildeo para mostrar a los terribles agrocombustibles como una opción ecológica que proveería beneficios a los pequeños agricultores; una vez en marcha, se revela que los supuestos beneficios no eran tales. Además de amenazar la alimentación de la humanidad, los agrocombustibles dejarán por fuera del juego a los pequeños productores, cuyas tierras sean quizás fagocitadas por las corporaciones que inventaron este negocio y que son los únicos y verdaderos beneficiarios.

Lo peor es que los pequeños agricultores conforman una porción significativa de la producción total de agro-combustibles. Por ejemplo, en Indonesia, los pequeños agricultores representan alrededor del 36 por ciento de la producción de aceite de palma. A pesar de su importancia en la producción, quedan fuera del proceso de certificación debido a los gastos requeridos para administración, capacitación e inspecciones por terceros; además del deficiente acceso a la información del proceso de certificación y el deficiente apoyo técnico. Peor aún, las normas familiares que han regido el aprovechamiento del aceite de palma en Indonesia se ven amenazadas por este nuevo esquema corporativo, con lo cual, aquelloas familias renuentes a romper la tradición, simplemente quedan fuera. Afortunadamente éstas son la mayoría.


La palma de aceite es el cultivo oleaginoso que mayor cantidad de aceite produce por unidad de superficie. Con un contenido del 50% en el fruto, puede rendir de 3.000 a 5.000 Kg de aceite de pulpa por hectárea, más 600 a 1.000 Kg de aceite de palma. Tanto el aceite de la pulpa como el de la almendra se emplean para producir margarina, manteca, aceite de mesa y de cocina, y jabones. El aceite de pulpa se usa en la fabricación de acero inoxidable, concentrados minerales, aditivos para lubricantes, crema para zapatos, tinta de imprenta, velas. Se usa también en la industria textil y de cuero, en la laminación de acero y aluminio, en la trefilación de metales y en la producción de ácidos grasos y vitamina A. Hoy en día, las corporaciones tienen en la mira a la palma de aceite para producir agro-combustibles para los automóviles.

La producción mundial de aceite de palma se calcula en más de 3.000 millones de toneladas métricas. Los principales países productores son Malasia, Nigeria, Indonesia, Zaire y Costa de Marfil. En estos países, el impacto que tiene la producción de aceite de palma sobre los bosques es altísimo. 
 
El dinero de las corporaciones promueve la deforestación y su sustitución por plantaciones, lo cual amenaza la vida silvestre y contribuye a los desequilibrios que ocasionan el cambio climático. Por ejemplo, un informe de Greenpeace denunciaba en 2010 que el aceite de palma usado por Nestlé para la elaboración de chocolates y golosinas, es responsable de la destrucción de los últimos bosques de Indonesia, lo cual también afecta muy negativamente al modo de vida y al sustento de la población local y está ocasionando la extinción del orangután. 

 
Este complejo proceso de "certificación sustentable" al que son sometidos los pequeños productores, se inventó como una vía para que "supuestamente" éstos adoptaran prácticas sustentables de producción y pudieran acceder  a mercados clave de exportación como la Unión Europea, donde los productos deben cumplir los estándares establecidos por entidades tales como la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible y la Mesa Redonda para Soya Responsable. Sin embargo, este tipo de estándares son una estrategia más para hacer inaccesible estas oportunidades para los pequeños productores. Al impedir que puedan comercializar sus productos en este complejo mercado, se les debilita económicamente y se favorece el latifundio por parte de las grandes corporaciones.

Si ya habían razones suficientes para batallar contra los agro-combustibles, este reporte revela que incluso quienes cayeron en la trampa están viendo la verdadera cara de este negocio.

 

22 de octubre de 2011

El cuento de la Economía Verde

A propósito de la Cumbre a celebrarse el venidero 2012, en la que se conmemorarán los 20 años que han pasado luego de la Cumbre de Río, y del esfuerzo que las fuerzas hegemónicas han emprendido por posicionar en los medios su "economía verde", en Las Vainas son Verdes queremos contribuir a desmitificar esa nueva forma de seguir usufructuando la naturaleza y convertirla en mercancía para el sistema económico que controla el mundo y que es justamente el responsable de la crisis en que se encuentra nuestra relación con el planeta. 

Las Vainas Son Verdes se hace eco del magistral artículo de Edgardo Lander y recomienda su lectura, cuya fuente original se encuentra en http://alainet.org/publica/468-9.phtml, pero que también pueden leer aqui abajo:


El lobo se viste con piel de cordero
Edgardo Lander
I. La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro 1992: el desarrollo sostenible
 
En el año 1983, cuando la crisis ecológica del planeta Tierra se hacía cada vez más evidente, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió la creación de una comisión internacional (Comisión Mundial para el Desarrollo del Ambiente) con el fin de realizar un diagnóstico global de la situación ambiental del planeta y sus relaciones con los objetivos del desarrollo. A partir de esto, debía presentar un conjunto de recomendaciones de acción. Dicho informe,  Nuestro Futuro Común(1), fue entregado en el año 1987 y ha sido conocido como el Informe Brundtland, el nombre de su coordinadora general. Este informe fue la plataforma básica que acotó las negociaciones de la Cumbre de la Tierra realizada en Río de Janeiro en el año 1992. Se trata de un documento atravesado por severas contradicciones. Por un lado, este informe documentó muy ampliamente los severos problemas ambientales que confrontaba el planeta. Fue, sin embargo, incapaz de abordar las causas fundamentales de éstos. No se planteó la exploración de opciones fuera del marco dominante de la lógica capitalista del crecimiento económico sin fin. El informe sostiene que la mejor forma de responder a los retos planteados por la destrucción ambiental y la pobreza, ampliamente diagnosticados, es mediante más crecimiento. Proponen la necesidad de “revivir el crecimiento” con tasas anuales de entre 5 y 6% para el conjunto de los países del Sur.
 
Ante cuestionamientos cada vez más amplios a la idea de que es posible un crecimiento sin   fin en un planeta limitado, el Informe Brundtland realiza un extraordinario malabarismo conceptual orientado a darle nueva vida a la noción de desarrollo, bajo la nueva denominación de desarrollo sostenible. Esta nueva categoría permitiría, según el informe, relanzar el crecimiento en todo el planeta, eliminar la pobreza, y hacer todo esto en un modo sostenible en la medida en que las transformaciones tecnológicas permitirían producir cada vez más con me-nos insumos materiales y energéticos.El concepto de desarrollo sostenible tuvo una extraordinaria eficacia política e ideológica. Respondió en términos que parecían tomaren cuenta los cuestionamientos al desarrollo, mientras que en realidad lo que hacía era reforzarlo. Operó como un dispositivo tranquilizador en la medida en que logró crear la ilusión de que se estaban tomando medidas efectivas en respuesta a la crisis diagnosticada. Al no cuestionar la lógica de la acumulación capitalista y el modelo de la sociedad industrial como causas fundamentales de la destrucción de las condiciones que hacen posible la vida, operó como mecanismo legitimador de la globalización neoliberal, que de ese modo pasó a presentarse como sostenible, a pesar de su avasallante dinámica devastadora. Dado que éste fue el marco de referencia a partir del cual se abordó la crisis ambiental, no es de extrañar que 20 años después, cada uno de los problemas caracterizados en este informe sea mucho más severo, y que la vida en el planeta se encuentre cada vez más amenazada. Hoy, ante la evidencia de los límites del planeta y la crisis terminal de este patrón civilizatorio de crecimiento sin fin y de guerra permanente en contra de las condiciones que hacen posible la vida, es cada vez más urgente detener la maquinaria de destrucción sistemática del capitalismo, de la sociedad industrial y del imaginario del desarrollo.
 
Luchas populares en todo el mundo resisten a la ampliación de las fronteras de la acumulación por desposesión,  la minería a cielo abierto, la extracción de petróleo, las grandes represas, el monocultivo transgénico, vistas como amenazas tanto a sus propios territorios como a la vida en el planeta Tierra. Ante el pleno control que ejercen los gobiernos del Norte industrial y las corporaciones transnacionales sobre las negociaciones de las Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,cada una de estas conferencias se ha convertido en una oportunidad para el encuentro, la movilización, la articulación y la denuncia de una muy amplia convergencia de movimientos de todo el mundo. Exigiendo simultáneamente medidas radicales destinadas a detener las dinámicas destructivas dominantes y exigiendo el pago de la deuda ecológica, equidad y justicia, rechazan res-puestas como las de los mercados de carbono que -como la experiencia ha demostrado- lejos de reducir las emanaciones de gases de efecto invernadero, lo que han hecho es avanzar en la mercantilización de la atmósfera y la creación de nuevas fuentes de acumulación/especulación para el capital financiero.
 
II. Río+20: la economía verde
 
Al cumplirse dos décadas de la cumbre anterior, en junio del año 2012 se celebrará en Río de Janeiro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Río+20. En preparación para esa conferencia se han puesto nuevamente en marcha todos los dispositivos científicos y de producción de conocimiento e imaginarios con los que cuentan los gobiernos, los organismos multilaterales y las instituciones científicas y académicas cómplices. Se trata de una nueva y sofisticada ofensiva destinada a acotar los problemas de la crisis terminal de este patrón civilizatorio hegemónico en términos tales que no ponga en cuestión la operación global de las relaciones políticas y económicas hoy dominantes en el planeta. Más allá de las muy buenas intenciones que puedan tener muchos de sus contribuyentes, es ésto lo que está en juego. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con la contribución de expertos de todo el mundo, ha producido un documento de más de 600 páginas en el cual se exploran con gran detalle los problemas ambientales (2), así como una síntesis para “los encargados de la formulación de políticas”(3).
 
Estos documentos y el concepto mismo de economía verde definen el nuevo marco conceptual dentro del cual se dan en la actualidad los debates, negociaciones y procesos de formulación de políticas de prácticamente todos los organismos multilaterales.¿Se trata de la disposición efectiva de producir las profundas transformaciones requeridas para salvar la vida en el planeta? ¿O es, por el contrario, la economía verde un nuevo dispositivo de los poderes globales, como lo fue el desarrollo sostenible, que opera mediante la incorporación (aparente) de las críticas que se formulan al modelo civilizatorio destructor, pero con la condición de que los supuestos y lógicas fundamentales de ese modelo no se han cuestionados, especialmente la confianza en el crecimiento económico, la fe ciega en el progreso, la ciencia y la tecnología, el technological fix y la magia de los mercados? ¿Busca este informe ser un llamado a la acción urgente requerida para frenar las dinámicas devastadoras dominantes o, por el contrario, tiene por objetivo tranquilizarnos, intentando convencernos no sólo de que contamos con soluciones que harán posible la transición hacia una economía verde, sino que, de hecho, esa transición ya ha comenzado?
 
Una lectura detallada de los textos nos permite responder, sin lugar a dudas, que no estamos ante la presencia de los diagnósticos y las respuestas urgentemente requeridas, sino ante un sofisticado esfuerzo por demostrar que es posible resolver los problemas de la crisis ambiental del planeta sin alterar la estructura global del poder en el sistema mundo, ni las relaciones de dominación y explotación existentes en éste. Se argumenta a lo largo del informe que con los mismos mecanismos de mercado y patrones científicos y tecnológicos, con la misma lógica del crecimiento sostenido, será posible salvar la vida en el planeta. De acuerdo al PNUMA, mediante la transición hacia la economía verde se podrá relanzar la economía global con tasas de crecimiento muy superiores a las que serían posibles con el modelo actual. Se lograría generar más y mejores empleos, se reduciría la pobreza, se alcanzarían mayores niveles de equidad y las metas del milenio, todo ello de un modo sostenible,esto es, reconociendo el valor de la naturaleza,reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, y la presión sobre el entorno natural, permitiendo así su recuperación.(4)
Todo esto, por supuesto, creando nuevas y rentables áreas de inversión que harían posible al capital global salir de su crisis actual y aumentar sus tasas de ganancia.
 
III. ¿Cómo sería la transición hacia una economía verde?
 
Para el PNUMA uno de los sustentos fundamentales de la propuesta de la economía verde está en el rechazo a lo que denominan el mito de que exista una disyuntiva entre progreso económico y sostenibilidad ambiental.(5)  De acuerdo a esto, no se trata de cuestionarla posibilidad de un crecimiento económico sostenido, ni la noción del progreso, sino de reorientar las inversiones y la innovación tecnológica en dirección de la economía verde.
Después de afirmar que durante la última dé-cada se han acelerado “crisis concurrentes de diversa índole” (la crisis del clima, de la diversidad biológica, del combustible, alimentaria,del agua y, finalmente, del sistema financiero y del conjunto de la economía), afirman que la causa fundamental de todo esto ha sido el resultado de “la asignación evidentemente incorrecta del capital”: Si bien las causas de estas crisis son di-versas, básicamente todas comparten un mismo elemento: la asignación evidentemente incorrecta del capital. Durante las dos últimas décadas, una gran cantidad de capital se destinó a propiedades, combustibles fósiles y activos financieros estructurados con los instrumentos consecuentes; comparativamente, se invirtió muy poco en energías renovables, eficiencia energética, transporte público, agricultura sostenible, protección de los ecosistemas y de la diversidad biológica, y conservación del suelo y el agua. La mayoría de las estrategias de desarrollo y crecimiento económico promueven una rápida acumulación de capital físico, financiero y humano, a costa de un agotamiento y una degradación excesivos del capital natural, del cual forman parte nuestros recursos naturales y ecosistemas. Al agotarse las reservas mundiales de riqueza natural, a menudo de forma irreversible, este patrón de desarrollo y crecimiento ha afectado negativamente al bienestar de las generaciones actuales, planteando enormes riesgos y desafíos a las generaciones futuras. Las recientes crisis múltiples son sintomáticas de este modelo. (PNUMA, pp. 1-2)
 
Se trata, para el PNUMA, de lo que denomina“fallas del mercado”. Pero la constatación de estas severas “fallas del mercado” y sus extraordinariamente peligrosas consecuencias para la vida en el planeta no lleva siquiera a pensar en la posibilidad de que ésta sea consecuencia del creciente poder de los mercados financieros, del creciente sometimiento de toda otra lógica social, sea la democracia, la equidad, la solidaridad, o incluso la preservación de la vida, a un criterio único: la maximización de la ganancia a corto plazo para el capital. De acuerdo al informe en cuestión, el problema es mucho más acotado, problema que puede ser resuelto sin necesidad de transformaciones estructurales en la operación del sistema. Se trata sólo que de que “los mercados” han estado operando sobre la base de “fallas de información”, la no-incorporación del costo de “las externalidades”, y sobre la base de políticas públicas inadecuadas como los “subsidios perversos o perjudiciales para el medio ambiente”. Por ello, las soluciones que propone el informe son un conjunto de “directrices relacionadas con las políticas necesarias” para lograr que el contexto regulatorio, los incentivos y las condiciones de acceso a la información en las cuales operan los mercados cambien. De esta manera, mediante “incentivos basados en el mercado” se lograría reorientar las inversiones de capital en dirección de inversiones ver-des e innovaciones verdes. Sobre la base de sus modelos económicos, llegan a la conclusión de que la transición hacia la economía verde sería posible mediante un incremento de inversiones “verdes” del orden de 2% del PIB del planeta. Esto “corresponde a menos de la décima parte de la inversión mundial anual”, lo que implica reasignaciones de inversiones por un monto de 1.3 billones de dólares anuales (PNUMA, p. 5). De acuerdo al informe: El sector de la inversión y los servicios financieros controlan billones de dólares, estando por lo tanto en condición de proporcionar la mayor parte de la financiación necesaria para la transición a una economía verde. (Op cit., p.35)
De acuerdo a este análisis, el futuro del planeta dependerá de que los Estados, mediante políticas impositivas, regulaciones, incentivos e inversiones, logren reorientar este monto de inversiones privadas de la “economía marrón”a la “economía verde”. Operando al interior de los dogmas del libre mercado, que la era de la globalización neoliberal han consolidado como único imaginario posible en los organismos multilaterales y en los “encargados de formulación de políticas”, el PNUMA advierte que para que estos instrumentos de políticas públicas logren los objetivos propuestos, es necesario que los inversionistas perciban que estas inversiones verdes aumentarán su competitividad. (UNEP, p. 249) Esa parece ser la razón por la cual, a todo lo largo del texto, se insiste una y otra vez, en que las tasas decrecimiento y las ganancias pueden ser mayores con una economía verde. Así, por ejemplo, con relación a la necesidad de acelerar el desarrollo de energías renovables, uno de los temas centrales del informe, afirman:
El sector financiero trata las inversiones en energía renovable como cualquier otra. Si de un proyecto o de una compañía espera una tasa de rendimiento que, ajustada de acuerdo al riego, sea suficientemente elevada, es considerada como una inversión interesante. (UNEP, p. 226)
 
En vista de este reconocimiento del capital como completamente amoral (le da lo mismo invertir en tecnologías verdes o en tecnologías destructoras en función de la tasa de ganancia esperada), la conclusión a la cual parecería llegar el PNUMA es que el futuro del planeta depende de que sea posible la formulación de políticas públicas capaces de sobornar a los inversionistas, garantizándoles tasas de ganancia suficientemente elevadas como para que se comporten como buenos ciudadanos planetarios. Todo esto tiene que hacerse, por supuesto, al interior de las reglas del libre comercio que ha impuesto el neoliberalismo a escala global. De acuerdo al informe, no sería aceptable, por ejemplo, el estímulo a desarrollos de inversiones e innovaciones en tecnologías y productos verdes si éstos generan alguna ven-taja para productores nacionales que pueda ser interpretada como de carácter proteccionista. Por lo tanto, es esencial que los países combinen y equilibren la protección del medio ambiente con la garantía del acceso a los mercados. (PNUD, p. 34)
Las políticas destinadas a la defensa del planeta tendrían cómo límite la necesidad de respetar los sagrados derechos del libre mercado.
 
IV. Sobre el reduccionismo de la economía
 
El informe reconoce que el modelo económico actual es inadecuado en la medida en que no incorpora en su cálculo de costos las externalidades, y con ello, el impacto ambiental de los procesos productivos6. Sin embargo, incapaces de mirar un poco mas allá del fundamentalismo neoliberal, no pueden siquiera plantearse la posibilidad de que puedan existir otras formas de relación de los seres humanos con su entorno, y explorar el significado de otras cosmovisiones y/o patrones culturales como los basadas en el reconocimiento de los derechos de la naturaleza o de la Madre Tierra. Por el contrario, radicalizando el antropocentrismo instrumental que recorre todo el informe, buscan que los mercados incorporen todos estos otros “factores” en su cálculo económico. No se trata por lo tanto de cuestionar el que las decisiones fundamentales de la sociedad sean tomadas por “el mercado”, sino de ampliar el ámbito de información y acción del mercado para que éste incorpore a la naturaleza expresamente en su lógica devalorización. Esto exige la superación de todo los obstáculos y resistencias a la plena mercantilización de la naturaleza. Para el buen funcionamiento de los mercados todo tiene que tener un precio. Con esto se abren nuevos ámbitos de especulación y valorización del capital. Desde estos supuestos, no debe llamarnos la atención que defiendan el papel fundamental que deberían desempeñar los mercados de carbono y REDD+, con relación a los cuales ni siquiera se reconoce la existencia de polémicas, desacuerdos y resistencias.
 
V. Las múltiples ausencias
A lo largo de sus centenares de páginas, el informe del PNUMA presenta muchas reflexiones valiosas sobre posibilidades de alteraciones en los patrones productivos, en la industria, en la agricultura, en la organización de las ciudades,en los sistemas constructivos, en el transporte. Recoge igualmente una amplia gama de ricas experiencias de tecnologías alternativas, del uso de energías renovables, y de novedosos regímenes regulatorios que existen en diferentes partes del mundo. Esto permite reconocer que hay hoy en todo el planeta procesos de búsqueda de alternativas a la lógica destructora de los modelos productivos y de consumo hoy hegemónicos. Esto debe ser reconocido como una importante contribución del informe a los debates sobre las alternativas. Sin embargo,son mucho más notorias las ausencias. Correspondiendo a la lógica “light” que caracteriza a la mayor parte de los documentos de este tipo, en este informe se obvian por completo todos los asuntos más polémicos creando así una ficción de un mundo que no opera en base a intereses, sino sobre la posibilidad de construcción de consensos que beneficien a todos. Un ejemplo de los temas ausentes es el caso de la guerra y de la industria bélica, una de las dinámicas más humana y ambientalmente devastadoras existentes en el mundo actual. Tanto en términos de los masivos insumos materiales y energéticos utilizados para la fabricación y transporte de los equipos militares,como de los impactos, con consecuencias alargo plazo, de su utilización en los conflictos bélicos, se trata de una dimensión central de la lógica destructiva hoy imperante. Aparentemente se trata de un tema tabú que no pueden abordar los organismos internacionales sin ofender a los Estados Unidos.(6)
 
Pero aún más esencial es la ausencia absoluta de toda consideración del significado de las extraordinariamente desiguales relaciones de poder existentes en el mundo contemporáneo, y los intereses que están en juego en la operación de este sistema mundo. Habla el informe reiteradamente de políticas, pero nunca de política, nunca del poder. Con relación a la política, los autores se declaran neutrales, afirman que la “economía verde no favorece a una u otra corriente política, ya que es pertinente para todas las economías, tanto las controladas por el Estado como las de mercado” (PNUD, p.5). Los redactores de este informe parecen vivir en un mundo de fantasía en que los gobiernos son democráticos y toman sus decisiones sobre la base de la voluntad de las mayorías y de las necesidades del bienestar de las presentes y futuras generaciones. Parecen creer que los regímenes políticos contemporáneos y los “formuladores de políticas”, cuentan con la capacidad para imponer normas de comportamiento a las corporaciones y a los mercados financieros. Parecen suponer que el capital financiero y las empresas transnacionales que están operando como agentes activos de la acelerada devastación del planeta, no lo hacen porque esto corresponda a las formas en que buscan maximizar sus tasas de ganancia a corto plazo, sino porque no cuentan con suficiente información, o porque no reciben señales suficientemente claras por parte de los marcos regulatorios dentro de los cuales operan. Estos redactores optan por ignorar que la capacidad de los sistemas políticos contemporáneos para establecer regulaciones y restricciones ala libre operación de los mercados -aunque estás sean exigidas por una muy amplia mayoría de la población- está severamente limitada por el poder político y financiero de las corporaciones. Esto es particularmente evidente en los Estados Unidos.
 
Ninguna política de regulación ambiental, y ningún compromiso internacional, puede ser asumido por el gobierno de dicho país si no cuenta previamente con el visto bueno de las grandes corporaciones potencialmente afectadas. Estas, que, de hecho, tienen capacidad de vetar las políticas con las cuales no están de acuerdo. Esto lo han demostrado en forma contundente en el freno a todo compro-miso de los Estados Unidos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en las negociaciones de cambio climático de las Naciones Unidas, y la forma como han impedido la aprobación hasta de las normas ambientales más tímidas que se han propuesto en estos últimos años. Para los gobernantes, el costo político de afectar los intereses corporativos es,simplemente, demasiado elevado. En estas condiciones, el listado de recomendaciones, el conjunto de propuestas de políticas que el PNUMA pide a los gobiernos del mundo que negocien e implementen, no pasa de ser la expresión ingenua de muy buenos deseos, sin posibilidad alguna de alterar el rumbo actual del planeta. Ninguna propuesta que parta de ignorar por completo las realidades de la geopolítica contemporánea tiene posibilidad alguna de realizar aportes significativos a los retos globales que hoy enfrentamos. Esto lo tienen claro los movimientos de resistencia que luchan hoy en todo el mundo. Por ello es poco probable que se dejen entrampar con las falsas promesas de la economía verde.
 
Edgardo Lander  es sociólogo, profesor de laUniversidad Central de Venezuela.
 
Notas:
1. Report of the World Commission on Environment and Development: Our Common Future, [http://upload.wikimedia.org/wikisource/en/d/d7/Our-common-future.pdf]
2. United Nations Environmental Programme (UNEP), 2011, Towards a Green Economy: Pathways to Sustainable Development and Poverty Eradication, [www.unep.org/greeneconomy]
3. Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), 2011. Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza – Síntesis para los encargados de la formulación de políticas. [www.unep.org/greeneconomy]
4. “El PNUMA considera que una economía verde debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas. En su forma más básica, una economía verde sería aquella que tiene bajas emisiones de carbono, utiliza los recursos de forma eficiente y es socialmente incluyente.” (PNUMA, p. 1)
5. “Quizás el mito más extendido es el que afirma que la sostenibilidad ambiental sólo puede ser obtenida a costa del progreso económico. Hoy en día existen pruebas sustanciales de que el enverdecimiento de las economías no obstaculiza la creación de riqueza ni de oportunidades laborales, y son muchos los sectores verdes que ofrecen oportunidades notables de inversión y de crecimiento en términos de riqueza y puestos de trabajo. Hay que subrayar, no obstante, que se deben crear nuevas condiciones favorables para promover la transición a la economía verde, y en este sentido los formuladores de políticas en todo el mundo han de poner manos a la obra de inmediato.” (Op. cit., pp. 2-3)
6. “Los indicadores económicos convencionales, tales como el PIB, ofrecen una imagen distorsionada del rendimiento económico, pues no reflejan el agotamiento del capital natural ocasionado por la producción y el consumo. La actividad económica se basa a menudo en la depreciación del capital natural, ocasionada por el agotamiento de los recursos naturales o la degradación de la capacidad de los ecosistemas para aportar beneficios económicos, en términos de servicios de aprovisionamiento, regulación o culturales.” (PNUMA, p. 5)